jueves, 31 de diciembre de 2009

Un año más


Ya está. Ya llegó el momento. Ahora sí que me ha alcanzado el tiempo. El concurso, si es que alguna vez existió, ha acabado. Supongo que algunos de vosotros estáis esperando los resultados. Los voy a dar como es preciso en un día como hoy. A golpe de campanada.

Pero antes y mientras suenan los cuartos, me voy a desprender un poco de mi personaje. Solo quiero decir que cuando empecé con esto no sabía a dónde iba a llegar. Por supuesto no he alcanzado ninguna meta, pero el camino ha sido muy bueno. He sacado cosas de mi que ni imaginaba y sobre todo me he divertido un montón. Como ya he dicho en alguna ocasión, gracias a los que estáis ahí.

Silencio. Un segundo para el comienzo. Tengo las uvas preparadas.

1ª Campanada: Para las risas y el buen humor. En recuerdo de todos los que se han divertido con esto. Que no falte tampoco el año que viene.

2ª Campanada: Para Viggo Forty. Un personaje increíble, que me permite estar con vosotros…

3ª Campanada: Para Green, que le gustó tanto la iniciativa que me propuso llevarla hasta Reyes para recibir mi regalo. Pena que sea tan fiel a mis palabras, porque la idea era buena…

4ª Campanada: Para I. Porque es mi alegría. Porque me mira a los ojos como nadie y porque se que algún día tendremos algo.

5ª Campanada: Para la imaginación. Porque nos ofrece refugio en momentos difíciles

6ª Campanada: Para otra I. Porque me gustaba y a punto estuvo de ganar esto, pero como ocurre a veces con lo bello, solo escondía un envoltorio vacío…

7ª Campanada: Para E. Porque a pesar de todo, aún no se ha acabado la historia.

8ª Campanada: Para la tercera I. Porque me da la mano en la vida, porque me quiere incondicionalmente y porque siempre está ahí.

9ª Campanada: Para un Romano, porque ha jugado este juego como nadie, porque su corazón gana a su belleza. Y porque es un zorro…

10ª Para Soul: Porque provoca mi ternura como pocos. (Y también mi líbido)

11ª Campanada: Para FJ. Porque te quiero y porque contigo estaré hasta el fin de los días.


Tchan, tchan…. Y el ganador es….


12ª Campanada … Lo siento, pero me lo quedo para mi y él lo sabrá cuando se lo susurre al oído…


NOS VEMOS EN 2010!!!

¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!


miércoles, 30 de diciembre de 2009

Un cuento de Nochevieja (III)


¿Por qué yo? No lo entiendo. ¿A qué viene esto? ¿Que no me gustan las celebraciones? Es verdad. ¿Que soy arisco? También. Pero ¿Qué queréis?. Cada vez que he amado a alguien, me han dado calabazas ¿Qué he de hacer? ¿Darme una y otra vez contra el muro de lo imposible? Estas y otras preguntas se acumulan en mi mente atormentada. Pero entre tantas lamentaciones, poco a poco se van abriendo otros pensamientos. Algunos de ellos intento dejarlos a un lado pero no puedo. Algo me dice que quizá no lo he intentado suficiente, que quizá he preferido acomodarme en la seguridad que proporciona vivir escondido. Pero eso no es justo. Yo…


Sigo en el sofá. Arrebujado. Tapado con una manta hasta la barbilla. Temiendo que ocurra algo más pero esperanzado porque ya llevo unos minutos despierto y todavía nadie ha aparecido. A pesar de todo, está ocurriendo algo extraño, bajo la rendija de la puerta de mi salón se ve una luz. Sé que al otro lado ocurre algo pero no me atrevo a investigar qué es. Suena como si alguien moviera unos muebles. Estoy aterrorizado pero no tengo más remedio que comprobar qué ocurre. Salgo al pasillo y en efecto la luz que aparece es sobrenatural. Recortada en la luz hay una figura. Es el espíritu del futuro. “Pensaba que ya no saldrías” me dice. Yo no contesto. Miro hacia una de las habitaciones. Veo que los muebles no están en su sitio, que todo está revuelto. Pregunto qué ha ocurrido. Solo me contesta que acaban de irse. “¿Quién se ha ido?” Pregunto. “Ellos” es su respuesta. Antes de que pueda decir nada, el espíritu me lleva fuera. Estamos en la calle, junto al portal de mi casa. Mi vecino (del que llevo años secretamente enamorado) está hablando con una vecina. Los dos se preguntan qué habrá pasado. La vecina contesta que al parecer llevaba una semana muerto y nadie se había dado cuenta. El vecino pregunta si no tenía familia. La vecina contesta que no lo sabe. Era un hombre muy raro. El teléfono del vecino suena. Él contesta que enseguida va.



Yo me pregunto quién habrá muerto en mi portal. Qué cosas. Además llevaba una semana sin que nadie preguntara por él. Qué pena… Sin darme cuenta estoy yendo a un lugar distinto. Estoy siguiendo a mi vecino que está entrando en un bar. El Espíritu y yo también entramos aunque él no se percata de nuestra presencia. Ha quedado con un amigo. Se sientan a una de las mesas y se dan un beso en los labios. “¡Lo sabía!” exclamo. “¡Es gay!”. Mi vecino habla con su novio. Por lo que escucho, no hace mucho que se conocen. Mi vecino cuenta la historia de la persona que ha muerto en el portal. Según cuenta ahora, siente decirlo pero no le va a echar de menos. Era un tipo muy raro, un engreído, un antipático. Y pensar que cuando le conoció, le gustaba. Incluso pensó en insinuarse, pero cada vez que se acercó a hablarle, le contestaba de una forma muy desagradable...


“¡Un momento! ¿De quién está hablando? ¿Quién se ha muerto?” pregunto “¿Aún no lo sabes?” Me contesta el espíritu. Antes de que pueda decir nada, me encuentro en un tanatorio. Dos empleados hablan entre si.


- “¿Ha venido alguien a reclamar el cuerpo?” pregunta uno.
- “No”, contesta el otro. “Han pasado 48 horas. Vamos a incinerarlo”.
- “¿Y qué ocurre en estos casos?” Pregunta el primero “¿Se guardan las cenizas?”.
- “No, se dejan en un depósito por cinco años y después nos deshacemos de ellas”.
- “¿Nos deshacemos?”.
- “Sí. Las tiramos a la basura”.


Uno de los operarios abre el ataúd y en ese momento me veo a mi mismo. Muerto, difunto, cadáver, interfecto... Parezco más mayor, tengo menos pelo y el poco que queda es blanco.


¡¡Noooooooo!! Un grito desgarrador sale de mis entrañas. No quiero acabar así. El espíritu me observa con displicencia y me dice que en ese caso ya sé lo que tengo que hacer.




El sudor recorre mi cara. Me despierto boqueando y tosiendo. Agarrándome al aire como si lo pudiera tocar. Estoy vivo. Tengo otra oportunidad. Casi sin poder evitarlo comienzo a reír, una larga y sonora carcajada que poco a poco se deforma y se convierte en llanto por mi vida.


Comienza un nuevo día. Cuando llego a la oficina, todos mis empleados bajan la cabeza, como siempre. Les asusta mi presencia. Pregunto por el becario. Aún no ha llegado. Miro el reloj. Uno de sus compañeros intenta disculparlo pero le pido que no lo haga, no hace falta.


Estoy en mi despacho, alguien llama de forma nerviosa. Es él. Quiere disculparse por su tardanza. Yo apunto que llegar tarde es imperdonable y que por esa razón… (alargo un poco el instante mientras el becario traga saliva). Por esa razón, continúo, mereces que te haga un contrato en condiciones de una vez. El becario (que ya ha dejado de serlo) no sabe cómo reaccionar y me da un abrazo. Lo recibo con alegría, sé que es sincero.


Este solo es un primer paso, sé que tengo que hacer algo más. No sé cómo, pienso en un perfil en Gaydar. Se me ocurre hacer algo distinto a lo que hasta ahora había tenido. Organizo una especie de olimpiada del amor para encontrar pareja y abro un blog para contar las aventuras que me ocurran. Este es el principio del cambio.



Es Nochevieja otra vez. Este año es distinto a otros. Pablo (al que llamé después de muchos años), me ha invitado a pasar el fin de año con él y su familia (Tiene mujer y tres hijos estupendos). Estoy contento. Cuando me voy a casa, paso por el bar en el que siempre están mis empleados. Allí veo al antiguo becario. Lleva un gorrito de Papá Noel y está para comérselo. Él sabe que me gusta y juega un poco conmigo. Es algo inocente. Yo nunca haría nada con él. De todas formas, me invita a una copa de Cava que acepto con gusto. Otros empleados también están por ahí y brindo con ellos igualmente.


Llego a casa. Todavía faltan unas horas para que vaya a casa de Pablo. Abro el ordenador. Reviso los mensajes. Lo cierto es que ni el perfil de Gaydar ni el blog han dado el resultado que deseaba. Sé que me confundo en algo, que esto no es lo que debería estar haciendo, que todavía me escondo aunque ahora lo haga detrás de una pantalla. Recuerdo a mi vecino. Recuerdo algo que dijo (o que va a decir). Recuerdo diciendo a su futuro novio que yo le gustaba cuando me conoció.


No lo he pensado. Si lo hago, me doy la vuelta. Mi dedo toca el timbre. Suena. Ya no hay vuelta atrás. Unos pasos se escuchan tras la puerta. Es un eco que suena acompasado con mi corazón. Tras unos segundos que duran horas, él abre . Mi vecino, al verme, me ofrece una sonrisa. “Hola” me dice. “Hola” contesto yo. “Quiero hablar contigo ¿Puedo pasar?”


FIN

Cuento de Nochevieja (II)


Todo está a oscuras. Solo escucho el jadeo de mi respiración entrecortada. Palpo a mi alrededor pero no consigo distinguir el contorno de nada que me resulte conocido. ¿Dónde estoy? ¿Qué me ocurre? Cada vez estoy más nervioso. Mi corazón late con fuerza. Si siento el corazón es que no estoy muerto. ¿O sí? De repente, noto que algo o alguien me roza. Comienzo a escuchar jadeos algo lejanos. Me acerco hacia donde escucho ese sonido esperando encontrar una salida. Parecen personas pero si lo razono, veo que es imposible. Lo último que recuerdo es haberme quedado dormido en el sofá. Cuando por fin llego hasta ello, noto que hay más personas, que además de jadeo, se escucha el roce de ropas, el sonido de algo así personas que se besan, que succionan. Como si de una marabunta se tratase, una mar de brazos y manos me inunda. Estoy en mitad de una tormenta de besos y caricias. Todo mi cuerpo es palpado. De repente, una luz intermitente aparece. A cada flash, la marea se retira, se repliega, se esconde. Alguien observa con un mechero en la mano, intentado buscar certeza donde solo hay sombras, hermetismo, secretos. Me pregunto quién es capaz de esto, quien quiere desnudar los disfraces que allí se esconden. Se que es alguien que quiere descubrir las caras de aquellos que pecan como él, saber quiénes son, quienes le han negado un rato de lujuria con una suave negativa. Quiere ver sus rostros para después poder hacer escarnio público de sus debilidades. Como puede haber gente así.



Me doy la vuelta y veo a mi espíritu. Ya no es el de antes. Es otro, quizá más guapo, más inalcanzable o más implacable. Me pregunta cómo estoy. Yo murmuro que asustado. Quiere saber si conozco a esa persona que vigilaba el cuarto oscuro. Contesto que no tengo ni idea. Mi espíritu me pide que observe. Yo lo hago y al instante, me veo a mi. Soy yo quien porta el mechero. Se que ya no encuentro goce en el otro, que mi placer solo se sacia cuando veo miedo o dolor en los que están junto a mi. Ese ya no soy yo, intento decir a mi espíritu. Él no me mira. Tan solo mueve sus brazos en rápido movimiento y la oscuridad cae como un telón.


La claridad me ciega. Debo estar en algún lugar al aire libre. Cuando me acostumbro a la luz, veo que es de noche aunque una farola me apunta directamente. El espíritu comienza a andar. Miro alrededor y no reconozco el lugar en absoluto. Está vacío, tengo miedo. Le pido al espíritu que se detenga, que no me deje solo. Corro como puedo hasta que llego a su alcance. Ya no soy tan ágil como antaño y la carrera me deja sin respiración. Le pregunto al espíritu qué hacemos aquí. Me contestan unas voces que escucho reír. Me acerco a mirar y veo a mi becario. Está dentro de un coche con otro chico pero yo puedo escucharles. Están abrazados, sonrientes, felices, ajenos al dolor del mundo. Mi becario le dice a su novio que le da pena. El novio contesta que a él ninguna. Mi becario dice que su jefe no vivió una época fácil. En aquel entonces ser gay no estaba bien visto, resultaba muy complicado. “¿Y tú cómo sabes que es gay? ¿Acaso te lo ha dicho alguna vez?”. No, contesta él, pero le he pillado mirándome en más de una ocasión. También he visto qué páginas lee en Internet. Si hasta tienen un perfil en Gaydar… El novio no lo puede creer. Se muere de la risa. Pues a mi me da pena. Repite el becario. A mi me la dará cuando te suba el sueldo y se porte contigo como debe. Mientras tanto, me da igual que sea gay o que se folle una ballena.


No sé si es la carrera o es la edad, pero el aire me sigue faltando… ¿Cómo sabe que soy gay? ¿Por qué habla de mi? El terror me apodera. Si él lo sabe, lo puede saber mucha más gente.


Antes de que pueda seguir con mi pensamiento, vuelvo a estar en mi sofá. El jadeo continúa pero un agotamiento sin fin hace mella en mi…




Continuará...

Cuento de Nochevieja (I)


De natural soy algo desagradable. Soy huraño, esquivo, nada simpático. Me cuesta saludar a la gente y desconfío de todo el mundo. No lo puedo evitar. Sé que el ser humano es un peligro y ataco antes de que me hagan daño. Eso es algo que enseguida huelo. Si alguien viene a por mi, lo veo a la legua. Soy muy sincero y siempre digo lo que pienso. Si alguien me cae mal, se lo hago saber. No soporto tampoco las incoherencias. No me vale que la gente diga una cosa y luego haga otra. Conmigo no hay medias tintas. Sabes a lo que te atienes. Yo voy por el camino recto, el único. Si quieres me acompañas y si no quieres no. Eso sí, no me engañes porque te lo haré pagar. ¿Que soy un poco duro con el género humano? Por supuesto. Pero esto es lo que me ha enseñado la vida. Allá quien quiera ser optimista porque se está engañando. La vida no es dulce, eso ya lo sabemos. Si a pesar de todo, prefieres hacerte ilusiones, tú mismo. Puedes subir hasta donde elijas en tus ensoñaciones. Todo depende de la ostia que después te quieras dar.


Esta noche es Nochevieja. El día en el que todo el mundo despide el año, en el que se brinda con champán y se desean buenos augurios para los meses venideros. Besos, abrazos, uvas… No lo soporto. No puedo con ello. Encima si eres maricón se supone que tienes que salir, vestirte mejor que otras noches, embadurnarte de brillantina, bailar con Madona y Britney Spears hasta que el sol salude el nuevo año. ¿Esto es a lo que hemos llegado? ¿Esto es lo que ha conseguido la batalla por nuestros derechos? No lo entiendo. Por supuesto, nadie sabe que a mi me gustan los hombres, pero no veo bien que este sea el resultado final.


Hay un chico, un becario que trabaja para mi que es gay (se lo ha dicho a todo el mundo) y que hace un rato ha venido a invitarme a una fiesta de Nochevieja. He estado a punto de decir una barbaridad pero solo he mostrado una sonrisa displicente, he murmurado un “no, gracias” y le he pedido que me deje a solas, que tengo mucho que hacer. No soy un mono de feria, ni voy a hacer el ridículo a estas alturas de mi vida.


La jornada de trabajo se ha acabado. No entiendo por qué Nochevieja se considera como una media jornada. Al fin y al cabo, la celebración es de noche y suficiente con que al día siguiente sea festivo. Nunca podré estar de acuerdo con estos sindicatos que no hacen más que mermar la productividad de las empresas, pero esto es lo que hay. Luego quieren que seamos Europa…


Voy hacia mi casa. Por el rabillo del ojo, veo a mis trabajadores brindando con sus copas en un bar. Espero que el Lunes vengan serenos. Tengo que acordarme de poner una reunión a las 9 para que todos se pongan las pilas.


Llego al portal. En el ascensor me cruzo con mi vecino. Él no tiene ni idea de lo que siento. Llevo años enamorado pero jamás me he insinuado, ni tampoco creo que él lo haya intuido. En cualquier caso, me he acostumbrado a que mis encuentros con él sean ya parte de mi rutina y eso está bien, me aporta tranquilidad. Quizá algún día le invite a una copa en casa. Quizá él también sienta algo y le pase como a mi. Quizá este año que entra me atreva... pero definitivamente hoy no es el día para pensar en ello. Estoy demasiado cansado.



Ya en mi cocina, pulcra y ordenada, me preparo una tortilla de patatas. Me da igual el día que sea. Hoy toca tortilla, como todos los Jueves. En la tele hay una rubia gritando no se qué de los cuartos y las campanas. Cambio a otra cadena. En la 2 emiten “Gigante”. La figura lánguida y melancólica de James Dean siempre me ha gustado y Rock Hudson, tan guapo, tan perfecto… el sopor se apodera de mi y me quedo dormido en el sofá. A lo lejos, en la calle, se escuchan los petardos, los cohetes y las risas de la gente.


Me despiertan unos golpes secos, sordos. Alguien me llama por mi nombre. Me despierto sobresaltado y veo que en la pantalla de televisión hay alguien que me mira. Debo estar soñando porque juraría que es el mismísimo Rock Hudson. No hay sombra de sopor en mi. El susto me ha despertado por completo. Me tranquilizo al comprobar que estoy bien, que mi entorno sigue igual y que todo ha sido mi imaginación. Escucho un ruido tras de mi y me doy la vuelta. El corazón me da un vuelco al ver que una figura algo transparente está a mi lado. Es la misma que aparecía en la pantalla. Parece Rock Hudson, pero está muy cambiado. Está blanco, mortecino, ajado. Mucho más que en sus últimas imágenes, cuando el SIDA ya le estaba consumiendo. Soy incapaz de decir nada y tras unos segundos, la imagen me habla. Me dice que tengo suerte y que ha venido a darme una oportunidad. Es el fantasma de mis Nocheviejas pasadas. No puedo evitar una carcajada y le digo que ese cuento ya me lo sé. Lo escribió Dickens hace mucho. La figura me dice que esto no es un cuento. Que es real y que tengo que irme con él. Yo me acerco hasta el teléfono sigilosamente. Voy a llamar al 112 pero antes de darme cuenta, el espíritu me ha asido de la mano y traspasando la pared, aparecemos en la calle, flotando en el aire justo encima de esas personas que reían. Son unos chavales haciendo botellón. Les grito que me ayuden pero no me oyen. Cada vez más asustado, le pregunto al espíritu qué hace, a dónde me lleva. “No te preocupes. Solo quiero enseñarte una cosa”


Llegamos hasta una calle. La conozco bien. Es una de las más céntricas del Casco Viejo de mi ciudad. Allí veo a unos chavales. No lo puedo creer. Les conozco. A muchos hace años que les perdí la pista. A otros ya ni siquiera les saludo cuando me los cruzo. Son muy jóvenes y están todos juntos. Es mi cuadrilla. Tienen unas botellas de champán que alguno ha traído. La visión de todos ellos me embarga de una emoción repentina, inesperada. Sobre todo cuando veo a Pablo. Miro un poco más y enseguida encuentro lo que busco. Allí estoy yo. Un chaval, un jovencito que acaba de dejar la adolescencia, feo y lleno aún de granos por toda la cara. Estoy algo apartado del grupo aunque nadie se da cuenta. En estas, Pablo se acerca a mi y me alcanza una de las botellas. Me pide que dé un trago y que celebre el año con él. Si él supiera lo mucho que le quise. Si él supiera que en ese momento me estaba derritiendo, que agradecía de una forma infinita que reparara en mi presencia, que besaba el suelo que él pisaba. Pablo no se daba cuenta de nada de esto, claro. Como por arte de magia o como si de una película se tratara veo de repente un callejón oscuro. Unas sombras se mueven. Puedo ver a Pablo en la penumbra. Está besándose con alguien. Una chica. Unos metros más allá, otra sombra se esconde. Es la mía. Solo veo mis enormes ojos, brillantes por las lágrimas que derraman. Me veo corriendo en la oscuridad, llorando. Con el corazón roto por primera vez. Solo yo sé que no será la última.


El espíritu me observa y me dice que entonces era un inocente. Me cuesta contestar. Un nudo impide que las palabras lleguen a mi garganta. Cuando por fin lo hago, digo que sí. Por eso no he dejado que nadie vuelva a hacerme un daño como ese. El espíritu me observa y no dice nada. Simplemente cambia la escena que estamos viendo como quien pasa de diapositiva.


Vuelvo a ser yo, algo más mayor. Llevo un gorro en la cabeza y restos de serpentina. Estoy en mitad de una discoteca. La música suena atronadora pero yo estoy quieto en una esquina. Varado y meciéndome suavemente como si las olas golpeasen mi base. De repente hay alguien junto a mi. Hablamos un poco y siento que me acaricia el culo. Le miro y veo que tiene algo de sobrepeso pero una cara agradable. Él nota que no me aparto y continúa acariciándome un poco más.


Me apoyo bruscamente contra la pared. Él cierra la puerta del baño de golpe. No hay pestillo. Nos arrebujamos uno contra otro con violencia, como si fuera la última vez en nuestras vidas. Los labios se buscan, las lenguas dibujan círculos, los pechos se frotan en pos del calor. Una mano me quita el cinturón y baja la cremallera de mi pantalón de un tirón. Sus dedos están fríos pero es una sensación nueva y agradable. Más aún cuando alcanza mi sexo. Estoy muy excitado. Los movimientos son cada vez más rápidos, más rítmicos. El espacio entre nosotros se desvanece. Un rugido suena en mi oído. Saco su polla del slip y le hago una paja. Alguien empuja la puerta para entrar y casi nos ve. Me apoyo en ella para que no se vuelva a abrir. Antes de que me pueda dar cuenta, siento la humedad en mi mano. Me he corrido. Él me pide que siga un poco más y también se corre rápidamente. Un beso más y nos vestimos como podemos. Salimos del baño mirando hacia el suelo. Notamos los ojos de los que estaban esperando en nuestra nuca.


Es de día. Voy andando por la calle con Pablo. Estamos hablando de tonterías, riendo como siempre. Felices, jóvenes. A lo lejos veo una figura que me resulta conocida. Es el chico del cuarto de baño. Cuando nos vamos acercando, él dibuja una sonrisa. Yo acelero el paso y miro hacia otro lado mientras continúo mi risueña conversación con Pablo. Afortunadamente, mi amigo no se da cuenta de nada. Miro hacia atrás y allí sigue el otro. Su rostro denota una ligera decepción pero no me da tiempo a más porque Pablo vuelve a reclamar mi atención.


Vuelvo a estar en el salón de mi casa. Mi espíritu me está mirando. Le pregunto por qué me enseña todo esto. Solo me contesta que me está dando una oportunidad y que quizá sea la última. Oportunidad ¿De qué? Pregunto yo. Si aún no lo sabes es que necesitas algo más. Algo más ¿De qué?


De repente, estoy solo. En la tele continúa “Gigante” pero estoy muy cansado. Necesito sentarme un poco, solo un poco. Antes de que pueda darme cuenta, me he vuelto a dormir.




Continuará…

sábado, 26 de diciembre de 2009

Tempus fugit



Mi hora está llegando... El tiempo me ha alcanzado.


Cuando empecé la aventura sentía que disponía de tiempo suficiente, que podría vivir una aventura larga y divertida. Cuando empecé con esto fantaseé mucho, me divertí pensando en cuántas cosas podrían ocurrir, en los chicos interesantes que iba a conocer. Feos, guapos, jóvenes, maduros... Interesantes todos.  Interesados en mi. Me dormí aliviado por los polvos que sucedían en mi mente. La convención, la rutina se alejó de mi vida por un instante. La magia surgió de entre mis dedos.


La realidad como es natural fue otra. Mucho más descarnada, mucho más concreta, mucho más decepcionante. Comprobé que a pesar de todo, la imagen sigue pesando, que se  considera que escondo mi "yo" porque no descubro mi imagen, por mucho que desnude mi alma en estas letras. Compruebo también en cada mensaje que lo único que deseamos es un instante de sexo que nos engañe y nos diga que no estamos solos y que cuando se plantea algo diferente, huimos despavoridos. ¿Pero qué esconde esto? Siento que a veces tenemos (tengo) miedo de exponernos, de abrirnos como somos, de mostrar nuestros temores, nuestro interior. En la selva que es nuestro mundo sabemos que  en el instante en el que nos descubrimos, nos pueden infligir un daño que nos puede matar.  Y son muchos siglos de sociedad así, tantos que hasta da la sensación de que esto se ha grabado en nuestro código genético. Más aún cuando somos gays.


Pero la fantasía es un terreno virgen, libre, sin normas y de momento, es donde he elegido vivir. Al menos este  tiempo... y tengo que decir que  desnudarse compensa. Me han llamado payaso, me han dicho que me van a denunciar, me han dado todo tipo de consejos paternalistas pero  a pesar de todo, lo he pasado muy bien. Si aguantas el daño que algunos están dispuestos a hacerte, lo que otros pocos consiguen darte, vale por todo lo sufrido. El experimento se acaba. Sois muy pocos los que habéis querido jugar conmigo, pero a aquellos que los que lo habéis hecho, gracias.


Mi hora está llegando... El tiempo me ha alcanzado... 


Y cuando todo termine, sonreiré porque algo nuevo va a empezar y como alguien de vosotros me dijo, será imposible cerrar la caja de Pandora que un día decidí abrir... 


Y putas las ganas que tengo de hacerlo.




jueves, 17 de diciembre de 2009

Contra Jaime Gil de Biedma



De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colemena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!







Jaime Gil de Biedma




martes, 15 de diciembre de 2009

Es lo que tiene...


Me tenía que pasar... Conociéndome, tenía que meter la pata. De natural suelo ser un poco torpe, además me pongo nervioso en circunstancias complicadas y claro, dejas de controlar y acabas haciendo exactamente lo contrario de lo que querías. 


Para que me entendáis os voy a poner un ejemplo: Sin ir más lejos os voy a explicar lo que me ocurre cuando conozco a un chico que me gusta: No sé cómo pero siempre digo lo que no debo y mientras más me atrae, más nervioso me pongo y más se enreda todo. La frase inadecuada aguarda en mis labios como un líquido a punto de rebosar  y no sé por qué extraño fenómeno, la gota que lo colma, siempre acaba cayendo. Os explicaré lo que me ha ocurrido en  más de una ocasión después de haber pasado la noche con alguien interesante... (Sí, sé que esto va acerca de mi virginidad, pero ya os he dicho que no es del todo cierta, es solo que nunca he repetido con nadie...) Pues en el momento de la despedida, no me aguanto y pregunto ¿Cuándo nos vemos otra vez?  (Ya voy mal si soy yo el que lo tiene que preguntar) Él: "No lo sé" (Respuesta que denota evidentemente que no está interesado en seguir viéndome o al menos que prefiere distancia). Mi respuesta (En lugar de callar y marcharme para dejar las cosas fluir) ¿Qué tal el finde que viene? El: "No puedo , estoy ocupado". Yo: "No pasa nada, si no es el finde, entre semana". Él: "Estoy hasta arriba de trabajo". (Yo ya sé que la cosa va mal pero aún así no puedo cerrar la boca). "Bueno pues hablamos el Lunes siguiente y quedamos". Él: Me abre la puerta y dice que tiene que ducharse, que le esperan y tiene prisa. 


Esta es una muestra de cómo soy capaz de crear una situación patética, de que mi habilidad para babear aún sabiendo que  se me nota es importante y que si había alguna posibilidad, la suelo joder por inconsciente. Es solo uno de los múltiples ejemplos. No hablaremos de cervezas derramadas, de indisposiciones repentinas o de encuentros inesperados con el ex de turno...


Pero volviendo a lo mío, en estas estaba y me las daba felices pensando que con el casting y el anonimato, las cosas iban a ir mejor, cuando antes de darme cuenta la vuelvo a cagar. ¿Cómo puedo ser tan descuidado que voy y envío un e-mail a una persona equivocada? (Al menos no era a mi jefe, que cualquier cosa puede pasar). Tengo tal batiburrillo de mensajes y cosas que no me entero. Yo antes tenía un perfil de lo más soso y me daba tiempo de sobra para gestionar los dos mensajes anuales que me llegaban, pero ahora estoy desbordado y claro, pasan estas cosas...


El caso es que voy, me confundo al poner un guión bajo en lugar de uno medio y envío un correo a una persona que ni siquiera está en Gaydar. Os podéis imaginar la respuesta del tipo que recibe la misiva y que para más inri es hetero (por no mencionar que le adjuntaba una foto un poco subida de tono...) Casi sale a la calle a  darme de leches por haber pensado  que él podía querer algo conmigo, un hombre casado y con hijos... No tuve más remedio que explicar todo lo que pasaba, le conté lo del perfil que había abierto, lo del casting, lo del blog y finalmente lo de la probable confusión que yo había cometido. La historia le pareció curiosa y empezó a preguntarme. Como no había expectativas por medio, empecé a charlar con él  sin preocuparme por nada, tanto que incluso acabamos echando unas risas...


Y hete aquí, chicos... que quizá haya encontrado a alguien importante... Por supuesto el casting no ha acabado... pero mi energúmeno desconocido y yo hemos conectado de la forma más rocambolesca y os tengo que decir que tiene posibilidades de ganar (y si os preguntáis por su mujer, ya lo sabéis, no soy celoso)... Aún no sé quien se llevará el gato al agua pero alguno se tendrá que ir poniendo las pilas si quiere conseguir algo... Eso sí, prometo tener la boquita bien cerrada para no volver a liarla (Siempre que no sea estrictamente necesario, claro...)



Y colorín colorado, este cuento se ha acabado... (Por hoy)



jueves, 10 de diciembre de 2009

Fronteras


Mucha gente está preocupada por si mi perfil es real o no, si la foto corresponde con mi edad, si lo que cuento es cierto... y yo me pregunto ¿Qué mas da? Todos nuestros perfiles son reflejos más o menos fidedignos de una realidad; elegimos nuestra mejor foto, contamos la parte más interesante de nuestra personalidad e intentamos construir un personaje atractivo que nos consiga ligues, novios, aventuras... 


Pero, ¿Qué hay de verdad en lo que mostramos? ¿Somos o no somos como aparecemos? Los límites entre lo real y lo imaginario, entre la ficción y la realidad son muy endebles.  Por supuesto, esta discusión sobre las fronteras de la percepción no es nueva: ni me la estoy inventando, ni estoy siendo original. Es tan antigua como la cultura humana y solo hay que leer un poco a Platón para saberlo...


Pero no voy a daros la chapa ni me voy a poner pedante. Voy a hablaros de mi, que era lo que me importaba en este post porque tengo algo muy importante que contaros y que quiero que sepáis:  Casi todo lo que cuento es mentira...  (silencio) Ya está, ya lo sabéis, ya me puedo quedar tranquilo. Muchos lo imaginaban y espero que los garantes de la verdad descansen de una vez. A ellos les digo que soy un mentiroso y de los gordos.  Por todo esto merezco la exposición pública, el lapidamiento, el destierro y lo sé.



A los que no les importe mucho si esto es una farsa o no, les diré que para ser justos mi afirmación anterior tampoco es del todo cierta (Qué jaleo, ¿verdad?). Hay hechos que son veraces y hay otros que no. Por ejemplo, las fotos no son mías (y  a alguno le parece tan mal que hasta me quiere denunciar por uso indebido de las imágenes...) Pero detrás de todo estoy yo, contando parte de mí. Claro que he estado en carreteras escondidas, claro que me he perdido por los pasillos en penumbra de lo prohibido, claro que me gustaría un compañero de viaje que me haga temblar de deseo... y si busco entre líneas, encuentro que no hago otra cosa que expresar mis  miedos y esperanzas. Hay mucho más de mi en estas páginas de lo que estoy dispuesto a aceptar... y lo comparto públicamente como una forma de exorcismo o un grito de solidaridad y empatía con los que no somos lo más de lo más.


¿Y es que dónde empieza el personaje y dónde la persona? Vosotros elegís.